ALBUM: TODO FABRIZIO DE ANDRÈ
(1966)
Traduzione: Mercedes Sanchez Marco
La balada del amor ciego (o de la vanidad)
Un hombre honesto, un hombre
honrado
se enamoró perdidamente
de una que no lo amaba nada.
Le dijo: «Tráeme mañana»
Le dijo: «Tráeme mañana
el corazón de tu madre para mis perros»
Él fue a su madre y la mató,
su corazón del pecho le
sacó
y junto a su amor retornó.
No era el corazón, no era el corazón
no le bastaba aquel horror
quería otra prueba de su ciego amor.
Le dijo:«Amor, si bien me quieres»,
le dijo: «Amor, si bien me
quieres
de las muñecas, las venas córtate".
De las muñecas las venas se cortó
y cuando de ellas la sangre brotó,
corriendo como un loco junto a ella volvió.
Le dijo ella riendo fuerte,
le dijo ella
riendo fuerte:
«La última prueba será la muerte».
Y mientras la sangre lenta salía
y ya cambiaba su color
la Vanidad fría gozaba:
un hombre había muerto por su amor.
Fuera soplaba suave el viento
pero
ella sintió desconcierto
cuando lo vio morir contento,
morir contento y enamorado
mientras a ella nada había quedado,
ni su amor, ni su bien,
solo la sangre seca de sus venas.
Texto: F.De André
Año
de publicación 1966
Amor que vienes, amor que vas.
Aquellos días perdidos, recorriendo el viento,
pidiendo un beso, queriendo otros cientos
un día cualquiera los recordarás
amor que huyes, a mi volverás
un día cualquiera los recordarás
amor
que huyes, a mi volverás.
Y tú que con los ojos de otro color
me dices las mismas palabras de amor
en un mes en un año, olvidado habrás
amor que huyes, a mi volverás.
en un mes en un año, olvidado habrás
amor
que huyes, a mi volverás.
Venido del sol o de playas heladas,
perdido en noviembre o con el viento del verano,
te he amado siempre, no te he amado jamás,
amor que vienes, amor que vas,
te he amado siempre, no te
he amado jamás,
amor que vienes, amor que vas.
Texto: F.De André
Año de publicación 1966
La balada del héroe.
Había partido para hacer la guerra
a dar su
ayuda a su tierra,
le habían dado insignias y estrellas
y consejos de vender cara su piel.
Y cuando le dijeron de andar adelante
demasiado lejos salió a buscar la verdad .
Ahora que ha muerto la patria se
gloria
de otro héroe en la memoria.
Pero ella que lo amaba, esperaba el retorno
de un soldado vivo: ¿con un héroe muerto qué puede hacer
si al lado en el lecho ha quedado la gloria
de una medalla en la
memoria?.
Texto: F.De André
Año de publicación 1961
La canción de Marinella.
Esta de Marinela es la historia cierta
que resbaló en el río en primavera,
pero el viento que la vio tan bella
del río la llevó hasta una estrella.
Sola sin el recuerdo de un dolor
vivías sin el sueño de un amor,
pero un rey sin corona y sin escolta
llamó tres veces un día a tu puerta.
Blanco como la luna su cabello,
como el amor rojo su manteo,
tú lo seguiste sin razón
concreta,
como un chiquillo sigue a una cometa.
Y había sol y tenías los ojos bellos,
él te besó los labios y el cabello.
Había luna y tenías ojos cansados,
él posó sus manos sobre tus caderas.
Hubo besos y hubo sonrisas,
luego hubo solo flores de lis,
que vieron con ojos de estrellas
tu piel temblar a los besos y al viento.
Dicen que luego cuando volviste,
al río, quién sabe cómo,
resbalaste
Y él que no te quiso creer muerta,
llamó cien años aún a tu puerta.
Esta es tu canción, Marinella,
la que volaste al cielo bajo una estrella
y como todas las más bellas cosas
viviste solo
un día como las rosas,
y como todas las más bellas cosas
viviste solo un día como las rosas,
Texto: F.De André
Año de publicación 1964
Hila la lana.
En la guerra de Valois
el señor Divlie ha muerto
si ha sido un héroe gallardo
no se sabe, aún no es cierto
pero la dama
abandonada
lamentando su muerte
por mil años y quizás aún hoy
llorará su triste suerte.
Hila la lana, hila tus días
hazte ilusiones de que pueda volver
libro de dulces, sueños de amor
abre las páginas
sobre su dolor.
Han vuelto a cientos y a miles
los guerreros de Valois
han vuelto a las familias
al palacio a la ciudad
mas la dama abandonada
no volverá a encontrar a su amor
y el gran tronco en el
camino
no valdrá para calentarle el corazón
Hila la lana, hila tus días
hazte ilusioneEn la guerra de Valois
el señor Divlie ha muerto:
si fue un héroe gallardo
no se sabe, no es aún cierto
mas la
dama abandonada
lamentándose su muerte,
por mil años, quizás más
llorará su triste suerte.
Hila la lana, hila tus días,
hazte ilusiones de que él vuelva
libro de dulces, sueños de amor,
abre las
páginas a su dolor.
Han vuelto a cientos y a miles
los guerreros de Valois
han vuelto a sus familias
a los palacios, a la ciudad,
mas la dama abandonada
ya no encontrará a su amor
y el gran tronco
del camino
no valdrá para calentar su corazón.
Hila la lana, hila tus días,
hazte ilusiones de que él vuelva
libro de dulces, sueños de amor,
abre las páginas a tu dolor.
Caballero que en
batalla
ignoráis el temor
ajustaos vuestra malla,
aprestaos la armadura
al enemigo que os asalta
estad prestos a dar respuesta
porque dentro de aquellos muros
se os espera sin demora.
Hila la
lana, hila tus días,
hazte ilusiones de que él vuelva
libro de dulces, sueños de amor,
cierra las páginas a su dolor.
Texto: F.De André
Año de publicación 1965
LA CIUDAD VIEJA
En los barrios donde el sol del buen Dios no da sus rayos,
tiene ya mucha labor calentando a gente de otros parajes,
una niña canta la canción antigua de la
mujerzuela:
lo que aún no sepas lo aprenderás solo aquí entre mis brazos.
Y si a su edad aún carece de competencia,
pronto afinará su habilidad con la experiencia.
¿Dónde están los tiempos de una vez por Juno,
cuando se requería para la profesión un poco más de vocación?
Una pierna acá, una pierna allá, llenos de vino
cuatro jubilados medio envenenados en una mesa
estarán ahí con el tiempo que haga, verano o
invierno,
a tanto beber tanto maldecir a las mujeres, sl tiempo y sl gobierno.
Ellos buscan allá la felicidad dentro de un vaso
para olvidar que han sido dados por el trasero
Habrá alegría también en la agonía del
aguardiente
tendrán en la cara la sombra de una risa en los brazos de la muerte.
Viejo profesor qué estás buscando en aquel portal,
quizá a aquella que solo puede darte una lección.
A aquella que de día
llamas con desprecio "pública mujer"
a aquella que de noche establece el precio
de tus deseos,
(A aquella que de día llamas con desprecio especie de puta
a
aquella que de noche establece el precio
de tu gozo - (versión censurada))
tú la buscarás, tú la invocarás más de una noche;
te levantarás deshecho aplazando todo a fin de
mes
cuando cobres más dilapidarás media pensión,
más de diez mil liras para oír decir "gatito guapo, muñegote".
Cuando bajes por las ramblas a los viejos muelles,
en aquel aire espeso cargado de
sal, lleno de olores,
allí encontrarás ladrones, asesinos y al tipo extraño
aquel que vendió por treinta mil liras su madre al diablo
y pensarás y juzgarás como buen burgués:
los condenarás a cincuenta años más
las costas.
Y entenderás si los estudias bien a fondo
que si no lirios son al menos hijos, víctimas de nuestro mundo.
Texto: F.De André
Año de publicación 1965
La canción del amor perdido
Recuerdas, se abrían las flores
con nuestras palabras:
"No nos dejaremos nunca
nunca y nunca ya"
Quiero decir ahora la mismas cosas
pero como las flores, amor,
pronto marchitan,
así nosotros.
El amor que arranca el pelo
se ha perdido ya,
solo queda alguna desganada caricia
y un poco de ternura.
Y cuando te encuentres en la mano
aquellas flores marchitas
al sol de un abril
ya lejano, las recordarás.
Pero será a la primera
que encuentres por la calle
a quien cubras de oro
por un beso mal dado
por un amor nuevo.
Pero será a la primera
que encuentres por la calle
a quien cubras de oro
por un beso mal dado
por un amor nuevo.
Texto: F.De André
Año de publicación 1965
La guerra de Piero
Duermes sepulto en un campo de trigo
no es la rosa ni el tulipán
quienes te velan a la sombra de las zanjas
sino mil tulipanes rojos.
"Por las riberas de mi torrente
quiero que bajen los lucios plateados
no más cadáveres de soldados
llevados en brazos de la corriente".
Así decías y era invierno
y como los otros hacia el infierno
te vas triste como quien debe,
el viento te escupe en la cara la nieve.
Párate Piero, párate ahora,
deja que el viento te pase encima
de los muertos en batalla te llevas la voz
quien dio la vida tuvo en cambio una cruz.
Mas tu no lo oíste y el tiempo pasaba,
con las estaciones a paso de giava
llegaste a pasar la frontera
en un buen día de primavera.
Y mientras marchabas con el alma en la espalda
viste un hombre en el fondo del valle,
tenía tu mismo idéntico humor,
pero la divisa de otro color.
Dispárale Piero, dispárale ahora,
y tras un tiro dispárale otro
hasta que tú no lo veas exánime
caer en tierra, cubriendo su sangre.
"Y si le disparo en la frente o el pecho
solo el tiempo tendrá de morir,
pero el tiempo a mi quedará
de ver lo ojos de un hombre que muere".
Y mientras le prestas esta atención,
aquel se vuelve, te ve, tiene miedo
y abrazada la artillería,
no te devuelve la cortesía.
Caíste a tierra sin un lamento
y advertiste en un solo momento
que el tiempo no te hubiera bastado
para pedir perdón por cada pecado.
Caíste a tierra sin un lamento
y advertiste en un solo momento
que la vida acababa justo aquel día
y no tendrías viaje de vuelta.
"Niñita mía morir en mayo
exige tanto, excesivo, valor.
Niñita guapa derecho al infierno
preferiría andar en invierno".
Y mientras el trigo ya te sentía
entre las manos apretaste el fusil
entre los labios apretaste palabras
demasiado heladas para fundirse al sol.
Duermes sepulto en un campo de trigo
no es la rosa ni el tulipán
quienes te velan en la sombra de las zanjas
sino mil tulipanes rojos.
Texto: F.De André
Año de publicación 1964
El Testamento
Cuando la muerte me llame
quizás alguno protestará
tras haber leído en el testamento
lo que le dejo como heredad
no maldigáis, no sirve de nada
yo en el infierno estaré ya.
A los protectores de las fulanas
dejo empleos de interventores
para que, expertos en su profesión,
eduquen bien a la población,
cada fin de semana,
sobre las rentas de una fulana,
cada fin de semana,
sobre las rentas de una fulana,
Quiero dejar a Blanca María
que pasa siempre de la decencia
un certificado de buena conducta
que al matrimonio le allane la vía,
con buenos deseos para quien caiga
de conservarse feliz y cornudo,
con buenos deseos para quien caiga
de conservarse feliz y cornudo.
Hermana muerte, déjame tiempo
para terminar mi testamento
déjame tiempo de saludar
de agradecer, de venerar
a los artífices de este corrillo
entorno al lecho de un moribundo.
Señor enterrador, escúcheme un poco
su trabajo no a todos gusta
no lo ven tanto como un buen juego
cubrir de tierra a quien reposa en paz
y es por ello que me siento honrado
de concederle la pala de oro,
y es por ello que me siento honrado
de concederle la pala de oro.
A aquella cándida vieja Condesa
que no se mueve más de mi lecho
para extirparme la malsana promesa
de reservarle mis números de la loto,
no veo la hora de condenarme
para dárselos todos errados,
no veo la hora de condenarme
para dárselos todos errados,
Cuando la muerte me pida a mí
restituirle la libertad
quizá una lágrima, quizá una sola,
sobre mi tumba ya caerá
quizá una sonrisa, quizá una sola,
de mi recuerdo germinará.
Si de mi carne ya descompuesta
donde mi corazón ha marcado el compás
debiese nacer un día una rosa
la doy a la mujer que me dio su llanto
por cada latido de su corazón
le devuelvo un pétalo rojo de amor,
por cada latido de su corazón
le devuelvo un pétalo rojo de amor,
A ti que fuiste la más luchadora,
la cortesana que no se da a todos
y ahora en el ángulo de aquella iglesia
ofreces estampas a bellos y a feos
dejo las notas de esta canción
canto el dolor de tu ilusión
a ti que para seguir adelante
debes vender cristos y santos.
Cuando la muerte me llame
nadie en el mundo se acordará
que un hombre ha muerto sin hablar
sin saber la propia verdad,
que un hombre ha muerto sin rezar
huyendo del peso de la piedad.
Caros hermanos de la otra orilla,
cantamos a coro abajo en la tierra,
amamos a cientos a la misma mujer,
salimos a miles a la misma guerra.
Que este recuerdo no os consuele:
cuando morimos, morimos solos
Que este recuerdo no os consuele:
cuando morimos, morimos solos.
Texto: F.De André
Año de publicación 1963